miércoles, 20 de mayo de 2015

La perfección lleva su nombre

Y juguemos a ser dos tontos enamorados que se quieren con locura cada noche, que se pierden entre las sábanas para acabar empapados en sudor, con la respiración un tanto cortada y los labios rajados de tanto besarse. Juguemos a que pasan las horas sin que nos demos cuenta y otra vez se hizo la hora de despedirse, con el corazón un poco encogido y pocas ganas de decir adiós a un maravilloso día, para tener que esperar con impaciencia el siguiente, que se resiste, se hace esperar y parece que nunca llega. Y ahora, que ya sabemos las reglas, que somos uno solo, tiremos todos los convencionalismos y vivíamos nuestra propia vida, a nuestro ritmo, con nuestras caricias que erizan la piel, con besos que paran el tiempo y abrazos que cortan la respiración, porque son esos instantes los que hacen que enloquezca cada tarde que pasa, que vea en tí todo lo que no había visto... Joder, ¿cómo lo haces para volverme loca? Solo te pido una cosa, prométeme que, ante todo, esto no será solo un juego absurdo, que durará siempre y te tendré cada noche en mi cama, esperando con impaciencia después de un largo día.

martes, 5 de mayo de 2015

En ese lugar al que llaman paraíso

Esa tarde encontró el paraíso sobre su pecho, no sabía en que momento llegó a aquél momento ni a ese lugar, pero algo tenía claro, no quería volver a levantarse de ese pecho que le estaba devolviendo la ilusión, la esperanza y las ganas de creer que todavía había gente buena. ¿ De dónde salía tanta perfección en una sola persona? De verdad, todavía no creía que pudiera existir, todavía se plantea cada noche si de verdad ella puede estar viviendo esto, si por fin cada uno de sus dolores se habían convertido en alegrías... Entonces lo miraba, y veía sus ojos con su preciosa sonrisa a juego, y le daba igual todo, solo quería hundirse en el y no irse nunca, porque por una vez había topado con unos brazos que la abrazaban, y que no la ataban, unos labios que la saboreaban y no le arrancaban besos, por una vez la hacían sentir que de verdad era alguien digna de querer, no una simple y vulgar niña que iba de mano en mano, y a la cuál nadie le dio la oportunidad de querer...
¿Era éste su momento? No lo sabía, y seguramente no lo sabría, pero en aquél instante, sobre su pecho, todo era perfecto, y aunque le estaba entregando el poder de destruirla, quería creer con todas sus fuerzas que él no lo haría, que era distinto a todo lo que había conocido, y que por una vez algo en su vida sería perfecto, tal como lo era él.