viernes, 17 de abril de 2015

Sabes como ayer

Sabes como ayer, cuando jugábamos a ser dos críos disfrutando de cada momento, de cada tarde que nos sabía a poco, y poco a poco crecimos, nos perdimos irremediablemente en nuestros caminos insaciables de futuro, mientras que nosotros, éramos simples espectadores buscándonos en otras personas, en otros rincones, con la inconfundible sensación de decepción al no toparnos con aquello que tanto ansiábamos encontrar. Qué triste ya no poder saborearte, no poder tocar tu piel color canela, y no poder mirar tus ojos miel; qué triste que sean otras manos las que recorren tu cuerpo desnudo cada noche, que sean otros labios los que te roban besos en la mañana, cuando siempre era yo quién te levantaba, te preparaba un café y me sentaba a observar como tu cuerpo se contoneaba de un lugar a otro del piso, como si siguiera una melodía que tan solo él sabía interpretar. Qué pena que todos los recuerdos te los llevaras envueltos con tus cajas y sólo me dejaras una casa vacía de tu esencia, de tus risas, de tus andares que me hipnotizaban, de tus gritos ansiosos, placenteros, ahogados en mis labios, que ahora sólo buscan consuelo en otras bocas, que nunca le quitan ese dolor que le dejó aquél ultimo beso que me diste en la que era nuestra cama. Pero de repente, me topo contigo, con la chica del pelo revuelto y la ropa perfecta, mas para cuando te encuentro, te hayas de la mano de otro, que ahora sostendrá tus ojos y sonrisas, que te consolará en esos días difíciles, y que te llevará a otro restaurante dónde será a él a quién le quites el postre...
Qué broma mas cruel del destino tener que verte, rebosante de alegría sin mí, mientras mis ojos se llenan de lágrimas, cuando sin esperarlo, se topan con los tuyos, que se tornan a un color grisáceo, oscuro, como si detrás de ellos corrieran todos aquellos momentos que me atormentan cada día; y yo, que nunca he podido soportar verte triste, te regalo la mejor de las sonrisas, llena de esperanza, de recuerdos y de alegría por verla, pero ella, simplemente aprieta los ojos, dejando caer una lágrima y tira de su mano para alejarse entre las calles en las que un día vieron como nos queríamos.

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